11 de diciembre de 2011

Homenaje a Coelho, Arjona, a los cursos de liderazgo y a los libros de auto-superación.

Solo hace unos cuantos días conversaba con alguien sobre mi intención de escribir este post. Realmente me llamó la atención la reacción que esta persona tuvo porque me dijo “que tema tan original” seguido de una larga carcajada añadió “todo el mundo escribe de eso” al notar mi silencio prolongado por más de 3 segundos dijo “pero estoy segura de que tú lo lograrás hacer interesante”. La verdad esa honestidad de las dos primeras frases me desanimó y la generosidad de la última -con la que buscaba equilibrar la balanza- me desanimó aún más.
Sobrevuelo

Me acordé de que nadie me lee, me acordé de mi compromiso de mantenerme en el anonimato, pero lo más importante de todo, fue acordarme de mi compromiso con la humanidad de jamás asemejarme en sus reflexiones de salón de belleza a Coelho o a Arjona.

Por el conocimiento que tengo de mis tres asiduos lectores, sé que el párrafo anterior hizo que dos de ellos abandonaran la lectura, por lo tanto esto va solo para ti, que aunque sé que no me lees por admiración, la curiosidad también es una buena motivación, pero recuerda “la curiosidad mató al gato”, por frases como esa el mundo está lleno de ignorantes, así que ánimo vas por buen camino –también sé hacer reflexiones estúpidas- .

Entrando en materia -para algunos, fecal- el tema que me empujó a volver a escribir después de unos meses fue algo que algún escritor de auto-superación con influencia oriental –solo porque su laptop es coreano- denominaría “Principios Universales del Éxito Empresarial”.

Las empresas están llenas de grandes profesionales, ejecutivos de primer nivel que cuentan con una gran trayectoria y un buen respaldo académico, lo que les permite ser absolutamente eficientes en sus labores empresariales.

Estos genios del Management son hijos -por lo general- de estilos de administración considerablemente retrógrados, donde por su similitud fonética confundieron la cohesión con la coerción y es por esto que el cumplimiento de los objetivos, por lo general, es el resultado del temor y no de la convicción.

A pesar de que el discurso en el mundo empresarial se hace en torno a expresiones –que odio profundamente- como: proactividad, sinergia, cohesión de equipos, alineamiento, empoderamiento, creatividad, romper paradigmas, planeación y dirección estratégica, balance score card, no son problemas sino oportunidades, liderazgo, remar al tiempo, todos en el barco, etc., etc., etc., la realidad operativa de las organizaciones dista de esto.

Si todo este parlamento empresarial fuera real, en los pasillos de las compañías no se oirían quejas permanentes de los empleados por tener jefes injustos, o porque los jefes de sus jefes sean injustos o simplemente porque no les reconocen su trabajo.

La pregunta que me surge es: ¿un empleado inconforme logra poder llevar una vida feliz? Seguramente no, entonces, no valdría la pena hacer un acto de contrición y aceptar que los programas de actitud mental positiva, de equidad y de justicia empresarial, de balance de vida familiar y laboral, no son más que una herramienta para multiplicar la insatisfacción en la medida que la gente se siente victimas de circunstancias y no encuentra la coherencia entre el dicho y el hecho. Algo que si se mira con lupa –objetivamente- no son víctimas de nada.

Dicho de otro modo, un reto para un equipo de trabajo dentro de una organización demandará grandes esfuerzos, esos esfuerzos demandarán –sin lugar a dudas- sacrificios, la pregunta es ¿Por qué el cumplimiento del objetivo no es un aliciente?, ¿por qué el sacrificio y el esfuerzo, les deja a los miembros del equipo una sensación de víctimas?

No será más coherente generar conciencia alrededor de temas como: cómo forjar el carácter, la resiliencia como herramienta gerencial, cómo valorar el hoy y el ahora, cómo afrontar el fracaso y finalmente cómo agradecer el hecho de tener un empleo.

El que un empleado no agradezca el hecho de tener una responsabilidad y un sueldo, debería ser motivo suficiente -para que por principio- renunciara y se dedicara a buscar un trabajo mejor. Si el cargo o la empresa donde está no llenan sus expectativas, no debe pretender que esta se rediseñe a su imagen y semejanza.

Seguramente el que se queja no tendrá el valor de afrontar una responsabilidad mayor como renunciar y seguramente si lo tiene terminará diciendo “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.

Finalmente la frase tan polémica que dice “Desea lo mejor y espera lo peor” , no es más que una invitación a ser positivo en el propósito y seguramente en la ejecución, pero invita a no aferrarse a la idea de que todo va a salir perfecto, porque eso es lo que impide prepararse para afrontar las dificultades.

Decía Winston Churchill “El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo” y Henry Ford decía “El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia”, esto no es más que la evidencia clara de que los grandes líderes se han caracterizado por afrontar y sobrepasar los fracasos, y tanto en el mundo empresarial como en el estado y en la vida diaria el fracaso es un ingrediente fundamental en la receta del éxito.

Lo anterior dista mucho de ser una apología a la mediocridad, todo lo contrario, los mediocres no contempla el fracaso, muchos entregan la responsabilidad a la suerte, al azar o a dios, por lo que ante un fracaso caen rendidos y destruidos.

Creo que toda la literatura sobre management, auto-superación o claves para ser exitoso, rico, feliz o todo al tiempo, deberían ir orientada a fortalecer el carácter y no desestimular la lucha para conseguir los objetivos, que es finalmente lo que sucede cuando el lector se da cuenta de que no es suficiente un buen método con una actitud débil.

Voy a terminar con una frase no de Coelho sino de Nietzsche “Lo que no me mata me fortalece”.