7 de enero de 2013

Una reflexión más...


En el 2012 cumplí el propósito de escribir doce posts en el año, lo que no quiere decir que haya habido una publicación mensual, para este 2013 no quiero bajar la guardia y mi meta será ambiciosa me comprometo con escribir cuantos post pueda eso en números puede ser menos de doce.

Creo que este es el post más difícil de escribir desde mi comienzo como escritor artesanal porque sin duda lo mío no son artículos, ni cuentos, ni relatos, ni mucho menos crónicas son unos escritos hechizos que por momentos ocupan ese tiempo en los que quisiera poder tener amigos con quien hablar de los temas que escribo y ahorrarme el trabajo de plasmarlo en una pantalla de computador.

Se me dificulta comenzar precisamente porque no tengo muy claro que es todo eso que quiero decir. Digamos que tengo varios temas rondándome la cabeza: el primero es sobre la educación de los hijos que se me agudizó luego de terminar de leer El Olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince, el segundo que también se cruzó con el libro de Abad es el de la religión y su amor al prójimo y el tercero son los terribles daños que produce el egoísmo y la mentira.

Quisiera tener más de un lector para hacer una encuesta y determinar el tema, quisiera tener un editor para volver todo esto un libro por capítulos o en últimas quisiera tener una amigo que me desanimara a continuar escribiendo con un simple “porque eso no sirve ‘pa’ culo’”.

Pero creo que todo finalmente puede confluir en la educación y perdónenme que suene monotemático si lo comparan con el post anterior pero básicamente es una limitación de recursos literarios los que me llevan a repetir tantas palabras con sentidos tan diversos.

A mi no me gusta hablar sobre lo que leo porque desde que me leí La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, por allá a finales de los ochenta un cultísimos cura jesuita encargado de mi educación en un foro sobre García Márquez, al cual entré voluntariamente como parte de una actividad extracurricular, me ridiculizó cuando le conté de que se trataba aquella novela, que hasta entonces creía que era un cuento por lo corta, lamentablemente a mis no más de trece años yo solo pude ver el evidente sufrimiento de la Eréndira, que luego de la ridiculización de la que fui victima, supe que era nuestro pobre pueblo Latinoamérica explotado. Claro que pude comprender el planteamiento de la metáfora pero nunca pensé, como me lo hizo sentir el reverendo, que yo debía haber entendido eso.
Dejando de lado mi historia triste y me apatía a compartir lo que leo para evitar que me ridiculicen, creo que el libro de Abad Faciolince es inspirador sobre todo para aquellos padres, que como yo, a veces tememos de nuestro amor desmedido por nuestros hijos, dudamos de la educación afectiva porque nos enseñaron que era poco efectiva y a pesar de eso nos desbordamos en amor y algo de melosería hasta tal punto de llegar a con testar “Si ella es muy juiciosa porque nosotros le hacemos caso en todo” como respuesta al “que niña tan juiciosa”. Finalmente el propósito es la felicidad de ellos.
El olvido que seremos
Justo este mensaje de los señores Abad, padre e hijo, llegó en el momento en que pensaba sobre la educación de Silvana, tenía claro el tema del amor y lo reforcé, sin embargo a veces dudaba de si una educación laica era lo suficientemente conveniente, aunque hay unos principios éticos claros que recibe en la casa y en el colegio no se hasta que punto iba a ser un poco complejo el hecho de no tocar el tema de dios en ningún momento de su educación, estoy convencido de que si de hablar de dios se tratara, se complicaría el asunto, porque tendría que ser a parte de cualquier religión considerando mi incapacidad de explicarle que dios es tan bueno que creo a los dueños de la verdad que juzgan como equivocados a los de otras religiones y que en algunos países hasta se matan, esto de las religiones es complejo, sin embargo me di a la tarea de hablar con un hombre de fe que me ayudara con elementos de juicio para determinar si sería bueno continuar con esta educación laica.
Hablando con este amigo creyente al cual respeto profundamente me encontré con la primera sorpresa, al hablarle de alguna otra religión diferente a la suya sobre la cual estaba indagando un poco, su primera expresión fue “eso es un secta” inmediatamente me di cuenta que uno de los valores que le quiero enseñar a mi hija, el no juzgar, se desvirtuaría a la luz de esa religión.
Sin embargo, en otra ocasión salió ‘al ruedo’ el tema de homosexualismo. Esto me ayudaría sin duda a entender la posición religiosa con relación a las preferencias sexuales y comprender como funciona el amor al prójimo. La sorpresa fue enterarme que, como lo dijo mi amigo, eso es “una hijueputa abominación” y hasta documentos del Papa me ofreció para que yo entendiera porque debería condenarlos, inclusive ante el planteamiento mío de no poder juzgar la homosexualidad por el simple hecho de tener una hija de cuatro años y declararme incapaz de maldecirla en caso de que sus preferencias sexuales llegaran a ser homosexuales en su adultez, él pidió a su dios misericordia para sus hijos, para que los bendijera y no los castigara con una pena como podría ser la homosexualidad.
Cuando uno escucha los planteamientos del Senador Gerlein sobre el sexo excremental o las posiciones radicales del Procurador Ordoñez con respecto a las mujeres y al homosexualismo, se siente un poco de tufillo inquisidor en sus palabras pero no deja de ser sino un simple y rancio mal aliento de ideas ultraconservadoras añejas y realmente podridas por el tiempo. Sin embargo, escuchar de una persona cercana, amable, trabajadora y responsable con su hogar que no llega a los cuarenta años, juicios con similar talante donde el amor al prójimo no es incondicional, me llevan inmediatamente a concluir que el camino de una educación laica es el indicado, simplemente por el respeto a la diversidad, simplemente por el amor a la humanidad y porque sin duda prefiero hijos homosexuales que amen al prójimo respeten el derecho de los demás y su individualidad a retrógrados dueños de la verdad revelada que atropellan a los demás a las luz de sus prejuicios.
Insisto en mi teoría sobre lo legal y lo ético, si el actuar se ajusta a esos dos principios la moralidad religiosa se convierte es un adefesio rococó al mejor estilo barroco en pleno siglo veintiuno, es decir, termina siendo algo bien lobo.
Con respecto al punto del egoísmo y la verdad creo que debemos dejarlo para un próximo capitulo. En este me extendí lo suficiente lo que pone en riesgo el par de lectores que conservo.