17 de febrero de 2013

De nuevo camino hacia el altar.


Algunos podrán llegar a pensar que tres matrimonios son muchos o simplemente suficientes pero realmente estoy seguro de que no son  ni muchos y mucho menos suficientes.

El matrimonio es una institución creada por el hombre que despierta un profundo morbo, es tan así que muchos de los que llegaron a esta lectura lo hicieron con la intriga (morbosa) de saber quién se va a volver a casar descuidando el detalle de que al altar (si se es católico) no se va sino una vez, salvo que tenga una doble fortuna, la de contar con la plata para el proceso de anulación y la de ganar la indulgencia del Vaticano.

Por qué a la gente le importa tanto  el con quién, cómo, dónde y porqué una pareja de enamorados decide casarse, qué necesidad hay de criticar a la novia o al novio o a la familia de los dos, en qué cabeza cabe que unir dos vidas es un evento social y no uno de profundo amor, qué sentido tiene hacer una boda suntuosa y exponerla al escrutinio público si con eso no garantizan un hogar feliz. Seguramente el señor que hace unos años le pegó e hizo unos disparos a su esposa después de un fiesta en un club de Barranquilla tuvo una boda de lujo, al igual que el pastor que mandó a matar a la esposa para cubrir su infidelidad pero igual hay miles de cientos de uniones maritales de hecho donde también se vive un infierno.

En conclusión la fiesta no sirve de nada y eso más allá del comentario obvio no es más que un tema meramente anecdótico.

Las ideas que han estado rondando mi cabeza en estos días, no son claras, como de costumbre, y están muy ligadas al amor, la convivencia en pareja y a la libertad que tenemos como individuos.  Esa libertad que nos debe permitir elegir pero sobretodo construir, crear, imaginar pero lo más importante soñar.

Leí hace unos días en el blog de @blueandtanit  una frase de Chavela Vargas que decía “Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ése es el precio que tienes que pagar: la soledad”.  Y desde ese día, ya hace algo más cuarentaicinco noches,  pienso a diario y no dejo de pensar en que el matrimonio no tiene unas reglas que permitan vivir en libertad, seguro se podrá construir una convivencia liberal con alguna bohemia compañera ocasional de viaje pero por encima de la idea de Doña Chavela el problema no está en que la gente le guste o no vivir con una persona libre, simplemente no lo soporta porque el concepto de matrimonio como está concebido no les ha permitido pensar en ello.

Un punto importante para aclarar es que estoy convencido de que hay matrimonios felices en donde la pareja se es fiel, por lo menos en cuerpo, creo que así como hay mujeres que les gusta el futbol, hay hombres que les gusta la peluquería y eso es perfecto son simplemente gustos algunos les gusta tirarse desde un avión con un paracaídas y a otros les gusta leer sentados en el piso. La pregunta que surge es por qué a todos nos debe gustar el matrimonio como está planteado. Es más, por qué no nos sentamos a pensar sobre si el matrimonio está bien planteado, en lugar de simplemente juzgar a la sociedad, diciendo que el mundo está lleno de inestables que no son capaces de sacrificarse y luchar por un matrimonio.

Estoy seguro de que ahí está el quid del asunto, yo nunca me casé pensando en sacrificio y lucha, siempre lo hice convencido de estar enamorado y con el deseo profundo de compartir la felicidad que el amor me producía con esa persona, dicho de otra forma era como un circulo virtuoso de amor y felicidad eterno hasta que me di cuenta de que nada es eterno en el mundo.

Después de tres fracasos matrimoniales, no se si se me acabó el amor o si por el contrario se estará fortaleciendo y por eso no se ha manifestado en un cuerpo de mujer que me lleve a pensar en la posibilidad de que por cuarta vez pueda unir mi vida con alguien.

Sin duda mis antecedentes no me ponen en una situación favorable a la hora de pensar en una esposa, es decir, no soy un soltero cotizado sino devaluado, las teorías de la adolescencia no aplican, esas cuando decía “busco alguien que me quiera por lo que soy y no por lo que tengo” pasaron los años y no tengo nada, ese era el optimismo de la juventud la idea loca de ser un hombre de éxito, hoy mi frase sería algo como “busco alguien que me quiera por lo que no tengo y a pesar de lo que soy”.

Finalmente la vida me enseñó que es imposible que a uno lo quieran como uno es siempre aparece la frase “es que si no fuera …” y es que si uno no fuera… pues sería otro. Yo creo que las mujeres se enamoran de la idea de lo que quisieran que uno fuera y no se preocupan por amar y respetar lo que uno es, hay una idea muy maternal de querer terminar de criar al marido y no la de amar a un malcriado marido.

El amor de pareja debería ser más como una reunión –eventual- de amigos sin reglas ni discrepancias, también debería ser el encuentro clandestino de dos amantes prohibidos; furtivo, intenso y esporádico, el ‘encoñamiento’ es el principio del fin.

La seducción debería trascender lo físico debería ser más intelectual, más fresca, más ligera y menos voluptuosa, debería traer no solo feromonas sino neuronas,  mejor lo concluye este aparte de la película Matín (Hache).



Hasta donde vamos, no vamos porque es claro que el amor no es matrimonio, ni el matrimonio es amor a pesar de lo que diga la definición y el interés de algunos en lavarnos el cerebro con esa idea equivocada de sinónimo.

Pero bueno, es claro que el matrimonio y yo cerramos nuestra relación, fundamentalmente porque me rehúso a la idea de perder la libertad en nombre de esta magna institución, por otro lado porque estoy convencido de que uno se debe casar enamorado y no creo que haya quien se enamore de mi a pesar de quien soy y por último porque es imposible meter en un espacio limitado a seres humanos que somos el resultado de nuestras frustraciones y complejos. Algunos los llevan mejor que otros pero, sin duda, las manifestaciones de los vacíos personales mutan en expresiones de soberbia y autosuficiencia que terminan por no dejar espacio en la casa para un paz duradera, para una tranquilidad del espíritu que, creo yo, debe ser lo más cercano a la felicidad.

Pasan los años y cada vez es más complejo lograr encontrar esa mujer con la que quiera compartir momentos especiales, sin juicios, sin pretensiones, sin siquiera la pretensión de ser conquistada como si fueran la isla del tesoro, creo que ese es el principal obstáculo que hay, la mayoría piensan que los piratas somos los de la pañoleta y el ojo parchado cuando el realidad el pirata que va a saquear ese tesorito es el adulador, mentiroso con la imagen del capitán del Crucero del Amor.

La vida me ha enseñado cosas, que el amor no es eterno, que las mujeres quieren con reserva, que un matrimonio no está preparado para la verdad absoluta y mucho menos para la libertad y que en cuestiones del amor nada está dicho. Me impresiona como relacionan también el amor con la edad y son las mujeres las que juzgan a los hombres maduros con mujeres menores diciendo “qué le puede aportar una niña de esas” lo que me hace pensar que a esa edad entre los veinte y los veinticinco estas treintañeras más bien cuarentonas no tenían mucho que decir o que aportar, hoy creo que más aporta una mente libre, joven, soñadora y sin complejos que una mente vieja, resabiada y con la idea de conseguir marido, pero en mi caso me conformaría con cualquiera dispuesta a hacerme el cuarto.

Me explico, tengo un ranking de lo más importante para mi: primero mi hija, segundo el trabajo, tercero la moto y estoy buscando la quiera ser el cuarto. Con esto acabo de sentenciarme a un resto de vida en soledad, lo sé.   

Bueno lo único sería conseguirme una inteligente analfabeta para follarme su mente.

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