He tenido dos semanas muy particulares. Quizá es porque mi existencia termina contaminando la pequeña porción del mundo que conozco y ese turbulento y caótico nido de ideas incongruentes entre ellas pero dueñas de una sola verdad logra transformar un efímero e inexistente infierno mental en una realidad quizá más cruel a la que me había atrevido a imaginar.
El once de noviembre celebre por la independencia de Cartagena de los ladrones españoles, porque de los locales no ha sido capaz de hacerlo, partí en un viaje de ocho días por la región Caribe, pasé las noches en los departamentos de Córdoba, Magdalena, Guajira y Cesar, fue increíble como me trasporté 30 años atrás y recordé los momentos vividos en las sabanas de Córdoba y Sucre, cuando una camiseta azul con un Snoopy que descansaba sobre un mil novecientos ochenta y dos me hacía felíz.
En cada kilómetro recorrido los recuerdos venían y se iban para dejar espacio a otros. Pasar por el Boulevard de Simón Bolívar -el célebre Simón Boloncho- con sus ‘picós’ a retumbar, recordar los momentos románticos y no tan románticos al pasar por la entrada al Parque Tayrona y finalmente llegar a la Guajira ver sus indígenas, los que a principios de los años noventa cuando los barranquilleros hacíamos mercado en Maicao me asustaban por sus guayucos (ya no se ven) y expresiones adustas hoy los veía con otros ojos, los del adulto que entiende el abandono en que los tiene el Estado.
Finalmente el dieciocho de noviembre llegué nuevamente a Bogotá con la cabeza distraída. Las obligaciones del trabajo y la realidad del país no me perturbaban como de costumbre, nada me agobiaba, nada me hacía sentir mal.
Solo esperaba que fuera diecinueve de noviembre para saber que ya tenía un año menos de vida y como de costumbre en el día de mi cumpleaños -me despertó la misma pesadilla que desde los noventa me persigue- en la pobre voz de Carlos Vives un susurro dice “Diez y nueve de noviembre después de tanto sufrimiento…” y realmente pasan los años pero no logro “declararme libre como el viento”, que más quisiera “mi dulce bien”.
Este cumpleaños no lo voy a olvidar gracias a la Corte Internacional de Justicia de la Haya. Fue el momento en donde volví a encontrarme con la realidad que había olvidado por no más de siete días, las reacciones de muchos fueron más ordinarias y desproporcionadas que la misma decisión que tomó la CIJ, sin lugar a dudas, más allá de si el veredicto fue justo o no, es claro que el gobierno colombiano está en la obligación de hacer hasta lo imposible por recuperar algo, no del terreno perdido, sino del mar perdido a través de las herramientas jurídicas y a la luz del derecho internacional, pero jamás por vías de hecho. Tomar una actitud vandálica como la propuesta por algunos compatriotas solo nos dejaría como unos delincuentes.
Es duro perder, sin duda, pero es mucho más duro perder la dignidad porque si aceptamos ir a CIJ y acatar su decisión como lo indicó lo haríamos nuestro presidente del momento, el Dr.Uribe en la Cumbre del Grupo de Rio en 2008 , lo mínimo que debemos hacer es respetar nuestra palabra.
Es inadmisible que solo aceptemos los fallos que nos convienen, que tal sería si todos decidiéramos desacatar el pico y placa con el argumento de que circulamos menos días pero pagamos los mismos impuestos de rodamiento.Creer que con decir que asumimos las consecuencias el gobierno distrital va a cambiar de decisión. Estaríamos haciendo lo mismo, exponernos a un conflicto bélico internacional con el único argumento de que nunca nos imaginamos que podría llegar a tomarse una decisión tan arbitraria como la que se tomó, no tiene sentido, hablar solo de que debe primar la costumbre cuando los mapas muestran la realidad es un argumento, por decir lo menos, ingenuo. Sin lugar a dudas hubo despreocupación del anterior gobierno por las consecuencias de un fallo como este y claro ahora entendemos que no partieron del principio de respetar la decisión sino en el peor de los casos solucionar con plomo lo que con argumentos no fueran capaces.
Por fortuna cada vez los colombianos estamos discerniendo más y no nos dejamos llevar por los instintos animales, solo con leer los artículos del fin de semana del El Tiempo y de la Revista Semana nos damos cuenta que por lo menos los periodistas mantienen el sentido común.Pero como la realidad supera la ficción en plena discusión sobre el tema de La Haya en el justo momento en que me disponía a escribir sobre el tema, con un tono quizá muy lejano al que estoy usando en este momento, recibí la triste noticia que enlutó al periodismo colombiano, la muerte de Ernesto McCausland y eso me dejó literalmente sin palabras, mi último recorrido por la Región Caribe sin duda me había dejado con la sensibilidad a flor de piel y con el Mundo Costeño vivo en mi memoria, es triste para mi recordar aquellas crónicas llenas de sabor Caribe, ese Caribe que muchos desconocen incluyendo a los costeños que están más familiarizados con el Dolphin Mall que con el puente de Calamar o la Palma de Iraca de Usiacurí, realmente es doloroso perder un digno representante de la crónica, del Caribe y del periodismo; un ser humano maravilloso que no se dejó deslumbrar por nada diferente a su Caribe. Vale la pena leer la semblanza que le hace Gossaín hoy en El Tiempo
Pero este “mosaico navideño” de ideas que viajan de los recuerdos de infancia, pasando por las posturas sociales y políticas de los colombianos hasta llegar a la muerte de la gente buena y valiosa no se podía quedar sin el “cañonazo de fin de año” sería el LP de música tropical sin la modelo sexy. El cañonazo final es que a esos tres eventos se le sumó el informe del primer periodo escolar de mi hija, eso en mi época se llamaba entrega de notas, sería porque me tocaban las vacaciones cortas a mitad de año, no pagaba bono y no me hablaban en inglés; pero en fin, el punto es que la elección del colegio de ella no fue fácil porque más allá del renombre de la institución lo que quisimos fue apostarle a un proyecto educativo humanista.
Hoy considero que no fue equivocada la elección porque dentro del reporte de evaluación de la alumnita encontré que además de las áreas que todos conocemos le evaluaron aspectos como: independencia de espíritu, respeto a valores y creencias diferentes a los de ella; comprensión de los principios del razonamiento moral, toma de decisiones acertadas a partir de técnicas de reflexión crítica y creativa, exploración de su autonomía, búsqueda de información a través de cuestionamientos propios, recepción y expresión de ideas con confianza; identificación de debilidades y fortalezas propias, finalmente analizan si demuestra coherencia y equilibrio entre la salud mental, personal y física.
Hoy considero que no fue equivocada la elección porque dentro del reporte de evaluación de la alumnita encontré que además de las áreas que todos conocemos le evaluaron aspectos como: independencia de espíritu, respeto a valores y creencias diferentes a los de ella; comprensión de los principios del razonamiento moral, toma de decisiones acertadas a partir de técnicas de reflexión crítica y creativa, exploración de su autonomía, búsqueda de información a través de cuestionamientos propios, recepción y expresión de ideas con confianza; identificación de debilidades y fortalezas propias, finalmente analizan si demuestra coherencia y equilibrio entre la salud mental, personal y física.
Creo que a partir de una educación con este enfoque mi hija que hoy tiene cuatro años cuando tenga la edad del ex mandatario será incapaz de considerar que no respetar la ley será una opción, será incapaz de pasar por alto las opiniones de otros porque quizá no las compartirá pero lo fundamental será respetarlas y a partir de eso construir un mejor país. Los adultos de hoy traemos una pobre educación humanista pero así como tenemos remedos de periodistas como José Obdulio o Fernando Londoño parcializados y obtusos tenemos ejemplos como los de McCausland y Gossaín quienes decidieron ver el mundo más allá del límite de las montañas y se encontraron con el horizonte en el mar.
Estas mil doscientas palabras solo para concluir que el problema de este país es la puta educación.