En el ámbito empresarial está muy de moda hablar de creatividad o de innovación, cuando en realidad, el debate se debería dar entorno a la necesidad que hay de hacer las cosas diferentes, fundamentalmente porque cada vez hay más personas y en una economía de mercado la competencia no se detiene a pensar en el momento de acabar con su inmediato rival.
Cuando se habla de competencia muchas personas se imaginan la lucha entre corporaciones, pero la competencia es cada vez más dura entre empleados, básicamente porque cada quién se esfuerza por acceder a un mejor “nivel de vida” o quizá -dentro de una perspectiva mediocre- solo luchan por no hacer parte del grupo de los desempleados.
Como se puede observar, el solo ejercicio de oferta y demanda es tensionante. Las grandes empresas reconocen a sus ejecutivos por sus resultados –algo que comparto plenamente- y en la búsqueda de esos resultandos -en muchas ocasiones- generan al interior de sus equipos de trabajo una tensión adicional.
Qué diferencia a los altos ejecutivos del resto de empleados, ¿su nivel de creatividad?, creería que no, yo soy de los que pienso que el factor clave radica en el hecho de, tener un mayor nivel de información, de la mano de una dosis importante tiempo para atar los diferentes cabos de las distintas ideas, que al final terminan tejiendo una gran red, la cual luce como una única brillante idea.
No se trata de demeritar al común de los grandes ejecutivos, seguramente todos además de la información y el tiempo, cuentan con un IQ importante, una inteligencia emocional suficiente para su cargo, seguramente gozarán también de ciertas características psiquiátricas que quizá les permitan tener un pensamiento lateral más marcado que el vertical. En muchos casos todas estas “bendiciones” van en detrimento de su mundo interno, el cual puede resultar ser un infierno.
Seguramente hay muchos CEOs creativos, realmente creativos, hago énfasis porque la resolución sistemática de problemas requiere de ingenio y obliga a buscar diferentes soluciones, pero eso no significa CREAR, porque crear en la primera acepción de la Real Academia Española se define como: Producir algo de la nada.
Crear una nueva categoría en un mercado específico, definitivamente es crear, un CEO creativo es Steve Jobs, pero el ejemplo logístico -del que tanto se habla- en el que Tommy Hilfiger, en un momento de la historia, al ver el retraso en el ingreso de sus productos a Estados Unidos porque la aduana estaba dando prioridad al ingreso de alimentos perecederos, optó por enviar sus productos en contenedores refrigerados, esto para mí no tiene nada de creativo, simplemente uso de forma, poco ortodoxa, una alternativa de transporte que tenía. Yo realmente el caso no sé si sea cierto, siempre me ha costado un poco de trabajo creerlo, pero igual, no fui yo el que me lo inventé, mi creatividad no da para tanto.
Creo que el ejemplo anterior me ayuda a concluir, buscar soluciones inteligentes, quizá pueda ubicar a las personas en el rango de inteligentes y recursivos pero no de Creativos.
Creativos, por ejemplo, son los que se inventaron la Biblia y las religiones alrededor de ella, la prueba de carbono catorce definitivamente confirma su inventiva, Da Vinci es un creativo único, es tal el reconocimiento que tiene que hasta lo han señalado de ser el creador del Sudario de Turín.
Pero a quien se le ocurre que la creatividad, la verdadera creatividad, es el resultado de la presión y no de la inspiración. Es el resultado de la necesidad económica y no de la satisfacción personal.
Si nos vamos a la historia la mayoría de creativos, los llamados inventores o artistas, crearon bajo su propia cuenta y riesgo, luego trataban de vender sus creaciones, yo no me imagino a Graham Bell, Edison, Ford o quizá a García Márquez, JK Rowlin, etc., recibiendo una instrucción como “Para finales de marzo está programado el lanzamiento, usted haga lo que tenga que hacer, pero tenga claro que de eso depende su permanencia en esta compañía”.
El proceso creativo no funciona así, no funciona bajo presión y no funciona trabajando de ocho de la mañana a seis de la tarde, mientras esa mentalidad no cambie y las empresas no lo entiendan, seguirán demandando procesos creativos y como respuesta a eso obtendrán soluciones recursivas, inteligentes y rentables, pero que difícilmente trascenderán en la historia.
El resultado de la creatividad debe ser una obra de arte, un carro, un bombillo, un iPad, Cien Años de Soledad, Harry Potter, pero nunca será enviar Blue Jeans en un contenedor refrigerado.
Cuántos creativos no habrá por ahí desperdiciados, nadando contra la corriente e indigestándose con sus ideas…