Pasa lo mismo cuando se trata de la visión que cada uno tiene del país, algo que afecta tanto a hombres como a mujeres pero seguimos impávidos ante esto. Los medios -como con la imagen de las mujeres- se encargaron de vender una realidad distorsionada obligándonos a preocuparnos por lo lindo y a ignorar lo feo.
Solo se necesita mirar el tema vial para darse cuenta de lo que está pasando. Hace ya cerca de dos años en la carrera 11 con 98 en Bogotá la loza se hundió, tuvimos que soportar semanas enteras de noticias nacionales hablando sobre esta compleja situación que afectaba unas pocas cuadras de un exclusivo sector bogotano, sin embargo el despliegue mediático fue absolutamente desproporcionado si lo comparamos con los verdaderos problemas viales del país.
A principios de enero decidí ir a conocer el Putumayo y aventurarme a pasar desde Mocoa hasta Pasto por esta carretera llamada, tristemente, el Trampolín de la Muerte con el único fin de saber si se trataba o no de un mito. El único mito que encontré es que le dicen carretera a un camino de herradura no apto para carros y mucho menos para vehículos de mayor tamaño a pesar de esto es transitada mayoritariamente por camiones y buses.
Cuando las mujeres ricas y hermosas tienen problemas al respirar ocasionados por tabiques desviados, cornetes o algo similar son sometidas a intervenciones quirúrgicas las cuales, por lo general, son aprovechadas para hacerse algún tipo de retoque estético. Así mismo sucede con las vías en una ciudad como Bogotá en donde se gastaron en un puente cercar de 30 mil millones de pesos, tres años en construcción y uno adicional para habilitarlo con el único propósito de beneficiar a unos pocos bogotanos que se veían agobiados al tener que esperar el cambio del semáforo en la carrera novena con la calle 106.
Pero a quién le importa que comunidades enteras como la de Mocoa y la pastusa se vean sometidos a durar seis horas cruzando 100 kms. para lograr tener acceso a educación, a un empleo y paradójicamente a la salud, entendiendo, que transitar esta carretera implica arriesgar la vida. Sin duda someter a una población a esta atrocidad vulnera varios derechos fundamentales.
Esta carretera, utilizando la misma analogía de las cirugías, es la cura a una afección de tabique resuelta con una traqueotomía la cual dejaron sangrando en cada curva y que poco a poco se va pudriendo. Sin embargo el país que vemos en los medios no es el de las víctimas reales del subdesarrollo en infraestructura vial ni el de los que mueren a raíz de estas deficiencias como consecuencia del abandono estatal. El que nos muestran es un país de dificultades que hacen ver como grandes problemas, cuando en realidad, no afectan sino que incomodan un poco a la elite bogotana.
¿Hasta cuando los gobernantes de este país se seguirán preocupando más por las espinillas en las espaldas de los privilegiados que por el cáncer en los corazones de los otros que son la mayoría?
Estamos a tiempo de analizar bien por cuál “doctor” debemos votar.
3 comentarios:
Hola… triste situación aun no hay sugerencias. Gracias por leerme. Saludos
Nunca he estado de acuerdo con las cirugías estéticas porque mejoran por fuera, pero no por dentro . Es lo mismo con la Nación la reforma realmente debe venir desde adentro así que la reflexión sobre la importancia del voto es válida pero más valiosa es reconocer que la realidad del país no puede estar en ojos de otros, es decir en lo que me cuentan que es; sino por lo aquello que yo acuerdo que es lo que hay.
Muy filosófico para un domingo en la tarde, pero por sobre todo me encantó tu experiencia y estoy segura que ésto es solo un pequeño comentario de toda la realidad que puedes tener hoy.
Hola, gracias por tu comentario. Sin duda la tarea es conocer este país para saber que Uribia, Yopal, Mocoa y el parque de la 93 están llenos de colombianos, salvo los de la 93, en los otros lugares se encuentran personas maravillosas, abiertas a una conversación desprevenida y dispuestos a responder las mil preguntas básicas que me salen cuando estoy viajando, lo cierto es que lo que nos cuentan los medios no honra la calidad humana y belleza única que hay en estas regiones por lo que siempre me queda esa sensación de que el Estado premia a quienes no lo merecen. Claramente esto es solo un poquito de lo mucho que hay que contar, la historia de San Agustin que espero pronto escribir, es para sentarse a llorar y lo peor es que una lugareña se acercó a mi pidiendo apoyo con el ministerio por lo que les están haciendo, si supiera que poco o nada es lo que yo puedo hacer. Espera el próximo post.
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