27 de abril de 2009

Me Incrimino.

Cada vez que ella, percibe que no estoy pasando por un buen momento, se convierte en un monstruo implacable, me ataca sin piedad. Temeroso, inseguro, cobarde y perdedor, son algunas de las más recurrentes palabras con que me hiere. Ayer no pude soportarlo más, sabía que no podía mirarla a los ojos, entonces, la ataque por la espalda, corté su garganta con odio, cada gota de sangre que broto de su cuello me liberó, me llenó de fuerzas y de gozo, fue así como vi morir a la despreciable, falta de confianza que siempre me acompaño.

2 comentarios:

Átomo dijo...

Hola Santiago, un gusto leerle de nuevo.
Le cuento que no es usted el único perseguido por esa insaciable enemiga, que a veces se disfraza de espejo y hace méritos que uno supone benignos.
Seguiré su estrategia, buena suerte.

Santiago Sarmiento Ortiz dijo...

Tomáz, no me creea, fue más un deseo reprimido que un acto cometido, simplemente la asuste, pero en el momento menos pensado, saldrá a hacer sus fechorías. Ojalá usted si pueda darle de baja.